—Mira al horizonte. ¿Qué es lo que ves?
—El amanecer —contestó el pequeño a su abuelo. Entrecerró los ojos
tratando de ver más allá, creía que de esa manera iba a ver lo que su
abuelo quería enseñarle. Tras pensarlo, su rostro se tornó en una
expresión de extrañeza, debido a que recordó que su abuelo había perdido
la vista hacía años. Se giró para ver a su abuelo descansando en una
silla.
—Pues ten en mente siempre el amanecer, como los atardeceres y lo que te
rodea, porque uno nunca sabe cuándo ya no podrá verlos —le comunicó: —
Si los guardas muy dentro de tu mente y corazón; estos siempre
permanecerán contigo, no importa en la condición en la que te
encuentres. Ahora yo estoy viendo el hermoso amanecer.
El joven volvió su vista al horizonte y ladeando un poco su cabeza, preguntó:
—¿Entonces, usted está viendo lo mismo que yo?
—No —el mayor sonrió —Yo veo algo mejor, hijo. Algo mucho mejor.