Lucha
eterna
—¿Qué
haces aquí? —preguntó impactado, más que sorprendido.
Él
no debía estar allí. Miró a su alrededor detallando el hermoso campo de flores
de todo color, que era bellamente iluminado por un sol radiante que reinaba en
el celestial firmamento sin nubes. No, no había ninguna señal de que algo
anduviera mal. Entonces, definitivamente él no debía estar frente a su persona,
pero lo estaba. ¿Por qué?
—Oh,
¿qué pasa? ¿Tan asombrado estás de verme que te has quedado sin palabras? —Dijo
el otro con una sonrisa altiva al tiempo que tomaba una flor blanca de entre
todas las que estaban en el suelo—. Deberías dejar de hacerlo.
—Pero,
no es posible... Yo creí...
—¿Qué?
¿Que te librarías de mí con tanta facilidad? —Aplastó la flor con su mano sin
piedad—. ¡No seas estúpido! Adonde quiera que vayas, iré yo, siempre.
Se
acercó peligrosamente a él sin borrar su sonrisa orgullosa, pero consiguió
alejarse rápidamente, aún con expresión confundida.
—Es
que, él es diferente...
Su
interlocutor pateó con violencia el suelo, arrancando más flores en el proceso,
silenciándolo.
—Sigues
siendo tan ciego como siempre. ¿Realmente crees que alguien en este mundo puede
vivir sólo contigo? ¿Sin mí? ¿Creíste en verdad que él sería la excepción?
—Porque
era tan puro...
Nuevamente
fue interrumpido, pero por una estruendosa, burlesca e hiriente carcajada.
—¡Pues
ya vez la pureza de sus pensamientos! ¿No te enteraste? Comienza a albergar desprecio.
—¡No
es cierto! ¡Mientes! No sería capaz.
La
incredulidad en su voz no hizo más que acrecentar la carcajada del otro.
—¡Ya
es suficiente! —Fue su turno silenciar su risa y lo miró con decisión—. Bien,
ya que estás aquí no puedo hacer más que luchar por continuar acaparando la
mayoría de su ser. No permitiré que extiendas terreno y en caso de que lo
hagas, te lo advierto, lo cubriré.
—¿Es
así? Bien por mí. Te ves determinado. Excelente, me gustas más así —le dio la
espalda y comenzó a alejarse con paso lento—. Estoy ansioso por ver qué hacer
para evitar lo que planeo hacer. Puedes llamar a tu fiel perro faldero para que
te ayude si quieres. Aunque ten cuidado, el sinvergüenza va a verme de vez en
cuando.
—¿Perro
faldero? ¿Te refieres...?
—Sí,
a ése.
—Saca
a Locura de en medio. La lucha es únicamente entre los dos, Odio.
Siempre ha sido así.
—Perfecto.
Que gane el mejor, Amor. Recuerda que tampoco puedes vivir sin mí.
Una
risotada más se dejó oír por parte de Odio al imaginarse el mohín de repulsión
que seguramente Amor hizo.
Y
es así como la lucha eterna entre estos dos grandes y poderosos sentimientos
continua hasta el día de hoy. Intentando comprobar quién es más fuerte.
Fin
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