El Árbol Inconforme
Érase una vez un álamo que estaba en un bosque. Don árbol
era una creación de la flora respetado por todos los seres vivientes del lugar
debido a que llevaba muchos años allí y había visto crecer el boscaje; pero estos
últimos días se encontraba más serio, callado, indiferente e inconforme, por lo
que un día decidió desahogar sus penas con el hada del bosque.
— ¡Ay, hadita! No tienes ni idea de lo que es ser un
árbol viejo, carcomido y apolillado. Los niños me usan de columpio; los perros
me usan de baño. Han roto mis ramas para hacer leña. No soporto el ruido de los
humanos y sus máquinas motorizadas cuando vienen a “pasarla bien”. Estoy harto de que pequeños animales como ardillas
y pájaros se pelen sobre mí; que las hormigas arranquen mis hojas. ¡Y lo peor
de todo! Tener que fingir que no me importa, que no me duele y que no me cansa.
No sabes lo difícil que es ser yo.
—Oh, ¿y cómo piensas que se podría solucionar tu
problema?
—Si fuera un cobarde te pediría que me arrancaras la
vida, pero no. Estaría conforme con que transformaras mi vida en cualquier otra
especie botánica. Cualquier cosa sería mejor que ser un árbol.
—Yo no tendría problemas en comunicárselo a las ninfas; a
ver qué podrían hacer. Pero antes, preguntémosle a otra forma de vida en la
vegetación. Empecemos por la pequeña flor que no hace mucho creció a un lado de
ti. Pequeñita flor.
— ¿Qué pasa, señorita hada?
— ¿Consideras fácil ser una florecita?
— ¡Caray, señorita hada! ¿Pues qué le diré? Lo único
poderoso en nosotras las flores es que somos muy unidas. Somos pequeñas,
indefensas; no podríamos protegernos ante los peligros de cada día aunque
quisiéramos. Nos pisan, nos patean. Cuando las crías de humanos vienen a jugar,
siempre somos embestidas por un objeto al que llaman pelota. Somos susceptibles
a ser decapitadas por niñas y la madre Naturaleza tampoco se apiada de
nosotras. Hay días que no llueve; no podemos retener agua. A veces can
semejantes tormentas que arranca a unas de nosotras. Somos ciegas y no escogemos
dónde crecemos; y donde sea que hayamos nacido, no podemos correr. Sin embargo,
permanecemos firmes y soportamos el hecho de que algunas de nosotras moriremos.
—Por eso ustedes son una de las cosas más bellas de toda
la flora —aseguró el hada—. Ahora vayamos a preguntarle a la alfombra del
ecosistema: el césped. ¿Cómo le va?
—Estoy seguro de que no soy de los que más sufren, pero
tampoco es todo color de rosa. Mi principal función es la de ser alimento para
animales, juguete para humanos y hogar para insectos. Los humanos no me dejan crecer
como quisiera. Siempre pasan artefactos molestos, ruidosos y sádicos sobre mí
para cortarme. He sido víctima de pisoteos nada delicados en eventos extraños
donde algunos juegan con una esfera dura y dolorosa en tanto otros animan con
gritos eufóricos y ensordecedores. Incluso muchas veces he sufrido de violetas
derrapes por humanos y sus máquinas con ruedas. Pero ni modo. Uno es lo que es
y ha de sentirse conforme.
— ¿Quieres que prosigamos para entrevistar a cada entidad
de este bosque? —preguntó el hada al árbol.
—No. Me ha quedado claro que uno debe estar conforme con
lo que es; con lo que puede y no puede hacer. Estoy feliz de ser un álamo y
quiero serlo hasta el día de mi muerte.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te gustó esta historia? ¿Qué crees que le hizo falta?