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El
teatro se alzaba majestuoso en el centro de la ciudad. Su interior, bellamente
decorado y pulcro, dejaba ver a dos grupos de personas, cada uno absorto en su
respectivo trabajo del momento. Sobre el escenario, el Teatro Woods, acabado de llegar un par de días atrás, mostraba su
espectáculo minuciosamente preparado, al público que aquella tarde de verano
había dedicado un poco de tiempo en su ajustada agenda para ir a verlos. Como
muestra de gratitud y estima, debía por lo menos dejarlos apreciar un show
merecedor del sacrificio.