El
Chico de la Guitarra
La tarde era avanzada y
Justina y Refugio jugaban en el amplio patio delantero de la casa en la que se
encontraban. Sus padres habían tenido que viajar aquel fin de semana por
asuntos de negocios y como siempre que esto sucedía, ellos se quedaron con su
abuela Francia. Ambos amaban estar con ella y pasar el rato a su lado, no sólo
por los biscochos y la deliciosa comida que les preparaba, sino que también porque
las historias que les constaba eran muy interesantes y como niños de diez y
doce años, respectivamente, a ellos les fascinaban. Una mujer mayor, un tanto
encorvada y el plateado a punto de cubrir por completo sus cabellos negros, se
asomó por la puerta de la casa.
—¡Chicos, es hora de unas
galletas!