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viernes, 8 de marzo de 2013

Futuro Preciso



Futuro Preciso

Temblarías, las palabras no saldrían de tu boca y llorarías. Eso pasaría. En el momento en que te colocaras frente a esa gran cantidad de personas, que esperarían ansiosas tu discurso sentados cada uno en su lugar en aquel auditorio, el esfuerzo que habías estado haciendo por memorizar tu conferencia, lar prácticas diarias frente a tu familia, las noches de desvela por la presión, todo, absolutamente todo se iría al traste cuando pisaras la tarima. El pánico carcomería tu interior como un cáncer, lento y doloroso, se asentaría en tu estómago, subiría por el esófago y al llegar a la garganta, sería como una llama ardiente que la quemaría, antes de materializarse en vómito.


Murmullos se oirían en todos lados, por parte de todos los presentes. Y entre los seguros comentarios que surgirían estarían el de la vergüenza que eras, lo patética que te veías, lo inepta que habías sido al intentar afrontar tu miedo frente al escenario, lo estúpida que habías sido por siquiera pensar que lo logarías, entre otros. Pero claro, ninguno de ellos preguntaría por tu bienestar. Apenas lo suficientemente fuerte te bajarías de la tarima y te irías, intentando esconder tu rostro de las miradas burlonas y de bochorno dirigidas a ti. En el momento en que pusieras un pie fuera del auditorio, las estruendosas carcajadas se dejarían oír, incapaz de contenerse por más tiempo y, por supuesto, lograrías escucharlas y la fresca herida en tu corazón se haría mucho más profunda.

Como siempre, yo estaría esperándote en casa, sentado frente al monitor de la computadora. Escucharía tu auto llegar, oiría la puerta abrirse y tus inseguros pasos dirigiéndose hacia mi estudio resonarían en mi cabeza. Te sentiría detrás de mí, y sabría lo mal que te encontrarías, pero no me movería de mi lugar, no despegaría mis ojos de mi trabajo, no iría a consolarte cuando tus quedos sollozos se hicieran cada vez más fuertes, logrando que tu descontrolado llanto fuera capaz de romper todos los corazones, todos salvo el mío. Porque siempre serías un fracaso total, algo inservible, una muñeca del material más corriente que podía ser desechada con facilidad, sin otra utilidad que no fuera adornar por un tiempo, antes de ser votada.

Me llamarías con voz llena de sufrimiento, pero no te contestaría. Me contarías de tu inútil intento de dejar ser tan tímida y me importaría un bledo. Cuando terminaras, me levantaría de la silla movible y miraría tu pequeña y lamentable figura en el suelo. Y permaneceríamos de esa manera. Yo mirándote desde toda mi altura y tú desde el suelo me enseñarías tu incompetencia. Porque siempre sería así. Yo sería superior a ti en todo y tú serías una buena para nada hasta la eternidad. Ese era nuestro futuro. El que acabaríamos por elegir.

Fin

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