Futuro
Preciso
Temblarías,
las palabras no saldrían de tu boca y llorarías. Eso pasaría. En el momento en
que te colocaras frente a esa gran cantidad de personas, que esperarían ansiosas
tu discurso sentados cada uno en su lugar en aquel auditorio, el esfuerzo que
habías estado haciendo por memorizar tu conferencia, lar prácticas diarias
frente a tu familia, las noches de desvela por la presión, todo, absolutamente
todo se iría al traste cuando pisaras la tarima. El pánico carcomería tu
interior como un cáncer, lento y doloroso, se asentaría en tu estómago, subiría
por el esófago y al llegar a la garganta, sería como una llama ardiente que la
quemaría, antes de materializarse en vómito.
Murmullos
se oirían en todos lados, por parte de todos los presentes. Y entre los seguros
comentarios que surgirían estarían el de la vergüenza que eras, lo patética que
te veías, lo inepta que habías sido al intentar afrontar tu miedo frente al escenario,
lo estúpida que habías sido por siquiera pensar que lo logarías, entre otros.
Pero claro, ninguno de ellos preguntaría por tu bienestar. Apenas lo
suficientemente fuerte te bajarías de la tarima y te irías, intentando esconder
tu rostro de las miradas burlonas y de bochorno dirigidas a ti. En el momento
en que pusieras un pie fuera del auditorio, las estruendosas carcajadas se
dejarían oír, incapaz de contenerse por más tiempo y, por supuesto, lograrías
escucharlas y la fresca herida en tu corazón se haría mucho más profunda.
Como
siempre, yo estaría esperándote en casa, sentado frente al monitor de la
computadora. Escucharía tu auto llegar, oiría la puerta abrirse y tus inseguros
pasos dirigiéndose hacia mi estudio resonarían en mi cabeza. Te sentiría detrás
de mí, y sabría lo mal que te encontrarías, pero no me movería de mi lugar, no
despegaría mis ojos de mi trabajo, no iría a consolarte cuando tus quedos
sollozos se hicieran cada vez más fuertes, logrando que tu descontrolado llanto
fuera capaz de romper todos los corazones, todos salvo el mío. Porque siempre
serías un fracaso total, algo inservible, una muñeca del material más corriente
que podía ser desechada con facilidad, sin otra utilidad que no fuera adornar
por un tiempo, antes de ser votada.
Me
llamarías con voz llena de sufrimiento, pero no te contestaría. Me contarías de
tu inútil intento de dejar ser tan tímida y me importaría un bledo. Cuando
terminaras, me levantaría de la silla movible y miraría tu pequeña y lamentable
figura en el suelo. Y permaneceríamos de esa manera. Yo mirándote desde toda mi
altura y tú desde el suelo me enseñarías tu incompetencia. Porque siempre sería
así. Yo sería superior a ti en todo y tú serías una buena para nada hasta la
eternidad. Ese era nuestro futuro. El que acabaríamos por elegir.
Fin
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