Nadie me entiende
Me encontraba acostado sobre mi
cama. Un sudor pegajoso, abundante, frío y doloroso comenzó a recorrerme el
cuerpo; las indetenibles y potentes sacudidas que los escalofríos me
ocasionaban me hacían temblar interna y exteriormente. Me erguí con dificultad
y dolor para sentarme en el borde del colchón. Mi respiración era agitada e
irregular, pareciendo que con cada segundo que transcurría, incrementaría de
velocidad, hiperventilándome. Poco a poco, descubrí que algo me pasaba; algo
dentro de mí.
Me tomé el estómago con terror y
agonía lazando un desgarrador grito de sufrimiento al sentir desgarradoras
laceraciones en él, que no sólo fueron incrementando cruelmente, sino que se
pasaron a mi hígado, luego al páncreas y así sucesivamente, hasta que
embargaron cada uno de mis órganos. Un penetrante y fétido aroma invadió mis
fosas nasales. Mis sistemas, tejidos y órganos interiores se deterioraban a
velocidad descomunal y, aterrado, me le levanté por completo para, como pude
dado el daño, correr a la sala.
Mi apresurado andar me orilló a trastabillar
y caer al suelo de la sala de estar, desorientado y aterrado. Sentía cómo los
gusanos iniciaban su festín, devorando mis células muertas, bailando contentos
por mi desgaste. Mareado por el inmundo hedor, procuré incorporarme, mas no
hubo resultado. Arrastrándome si dejar de sentir la tortura dentro mí, llegué a
la mesita a un lado del sillón de la sala, donde descansaba el teléfono; apoyándome
en ella conseguí descolgar el aparato con mano temblorosas y marcar al 911. Mi
voz se oyó cargada de suplicio, angustia y desesperación cuando hablé:
—Necesito ayuda. Estoy muriendo…
Ya estando en la camilla, en el
hospital, dos médicos hablaban mientras me lanzaban miradas poco discretas; sonreí.
Decían que padecía de delirio nihilista.
¿Ellos qué sabían? No habían sentido lo que yo.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te gustó esta historia? ¿Qué crees que le hizo falta?