¿Pesadilla?
Corría de manera
desenfrenada, sin ningún cuidado. Detrás de ella podía escuchar los
terroríficos gritos de sus compañeros de aventuras. Tarde lamentaron haberse
internado por ese bosque maldito, porque su incredulidad les había hecho dudar
de las leyendas que corrían sobre este bosque lleno de altos árboles y tupida
vegetación que en este instante se le atravesaban como filosas armas blancas,
cortando la piel de su rostro y brazos descubiertos. Aún sus manos sangraban ya
por los cortes al apartar la espesa maleza, pero nada de eso le importaba, ni
el dolor físico que le exigía agilizar sus piernas como nunca antes lo había
hecho.
No, lo que a
ella le importaba, era escapar de los dardos que estaban clavándose en ellos como
si fueran tiros al blanco. Aquellos monstruos enfundados en piel humana, pero
con rasgos y garras de bestia, salvajes en su más sádica naturaleza, los
estaban cazando con aterrante facilidad. Moviéndose con agilidad, dando enormes
saltos, caían delante de ellos y sus manos tajaban los cuerpos débiles de sus
amigos, paralizados por el veneno de los
dardos incrustados en sus carnes y los gritos de dolor al ser destazados por esas enormes garras, taladraban sus oídos,
pero el intenso terror hacía correr su adrenalina impeliéndola a no detenerse.
Llegó a un claro
y miró al cielo suplicando con fuertes sollozos, espesa y corta respiración,
una oportunidad. Una ruta de escape, pero ante ella no había más que la
imperante vegetación. Tomó una ruta cuando detrás de ella se escuchó una de las
bestias. Podía oler su olor fétido y su presencia era poderosa. Gimió
ahogándose por la falta de aire a causa del cansancio y gritó cuando las negras
nubes soltaron su lluvia trayendo con ella granizo, ahora no solo la vegetación
la lastimaba, sino también los grandes pedazos de hielo que se colaban a través
de la cortina de ramas sobre ella. Todo estaba en su contra. Detrás, sintió a
la bestia saltar, pronto caería sobre ella.
Se detuvo de
pronto cuando al salir de la maleza, se encontró frente a un alto risco. Abajo,
un río de turbulentas aguas corría sin que nada pudiera detenerlo. Miró la
pared del risco. Muy peligroso por las enormes salientes de piedra en esta.
Había dos maneras en las que moriría. En manos de la bestia o azotada contra
las salientes de la pared del risco. ¿Qué era peor? Volvió a gritar cuando un
dardo se incrustó en su espalda. Fue sumamente doloroso. Su expresión de terror
se contrajo de puro tormento. Algo
caliente corrió por sus venas ajeno a la adrenalina y la sangre. Algo como
fuego que la hizo caer de rodillas, casi paralizada. Se arrastró hasta el borde
del risco. Un dardo más se incrustó en su nuca. Haciendo un último esfuerzo,
sujetó el borde y se ayudó en su
arrastre. Mejor morir en el aire que en manos del cruel asesino. Se lanzó y en
su primer rebote con una saliente, su cuerpo se destrozó. No solo pudo sentir
el quiebre de sus huesos, sino que escuchó el fatal sonido, crack, crack…
Esta —se dijo en un último y
agónico pensamiento—, es tan solo una
horrible pesadilla.
¡Despierta!
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