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viernes, 21 de junio de 2013

Primer Encuentro

Primer Encuentro

Había escuchado de ella, sigo haciéndolo de diversas maneras. Por la calle, en programas de televisión, películas, noticias. Todo el mundo habla de ella; todos la conocen. Es famosa. Sin embargo, nuestro primer encuentro fue cuando tenía once años.

Era lunes, tal vez, no lo recuerdo con exactitud, pero sé que era un día entre semana porque Mamá nos despertó a Hermana y a mí para ir a la escuela. Las dos dormíamos en el mismo cuarto, en camas gemelas. Como siempre, nos quedamos unos momentos bajo la calidez de las mantas a pesar del llamado, hasta que Papá hizo su aparición. Afortunadamente él estaba de vacaciones y en casa… o quizás no. Con todo, Hermana y yo nos erguimos y quedamos sentadas. Era mejor darse prisa; mas no nos movimos. Algo en el ambiente nos impidió movernos con libertad, una opresión desconocida que llegó con Papá, quien se sentó en la cama de Hermana con ella a su lado y yo frente a ambos. Aterradores segundos de silencio antes de que la grave voz masculina se escuchara.

—Saben que su abuelito estaba en el hospital, ¿verdad? —preguntó y asentimos. Lo habíamos ido a ver pocos días atrás, ¿o fue el día anterior? Papá siguió—: Bueno, ya no está en el hospital. Ya ni siquiera sufre.

sábado, 15 de junio de 2013

Lo que perdí

Publicada en un foro antes de aquí.

Lo que perdí

Lo que perdí

En cuanto supiste de mí, me entregaste tu existir. Abandonaste todo por quedarte a mi lado, por mostrarme cuánto me amabas. Tus obras cariñosas para mí se despliegan en abrazos fuertes y cálidos, besos llenos de ternura, palabras de amor y un desvivir completo por mi persona. Preocupaciones excesivas cuando me encuentro en problemas, desvelos constantes cuando me hallo en cama a causa de la enfermedad. Cuidados y amor es lo que me ofreces y me otorgas a cambio de un poco de correspondencia, gratitud. Ni siquiera ruegas mi afecto.

¿Y qué hago yo?

Te aparto, te silencio cuando me aconsejas, muestro repugnancia ante tus muestras de afición. Me cansas muchas veces y me desesperas otras. Te rechazo.

Ahora en cambio, observo las atenciones que ella te proporciona y ardo en rabia. Quiero alejarla de tu lado, que no vuelvas a verla. Quiero gritarle que no eres de ella; pero no puedo. ¡No puedo! Porque esa joven desvalida que acudió a ti en busca de ayuda; ella que nada tiene que ver con nosotros, ajena a nuestro círculo, extraña.

Sí, ella, ha mostrado ser digna de ese amor que tanto deseas compartir, que yo he rechazado y que ella ha correspondido a base de palabras cargadas de agradecimiento, cariño y abrazos amorosos. Ella que ha tomado tus consejos y se siente bendecida al saberse en tus pensamientos. Ella que se esfuerza por darte lo que te mereces y más. Ella que ha ganado lo que yo perdí.

El derecho de llamarte mamá.