Valioso
don
La selva era espesa. Los árboles y demás vegetación se alzaban de tal manera que simplemente no era capaz de distinguirse ninguna figura por delante. La humedad del ambiente hacía difícil la respiración del hombre y la mujer que corrían a través de aquel campo salvaje de la naturaleza, logrando que su ya agotado aliento ante la carrera, se tornara mucho más jadeante, siéndoles casi imposible acumular el oxígeno necesario en sus pulmones. No obstante, no podían detenerse a pesar de eso ni del hecho de que sus pies fueran por poco alimento del espeso fango que amenazaba con tragarse sus botas, deteniéndolos en fracción de segundos que eran necesarios para ellos. Su vida dependía de que mantuvieran el paso veloz que llevaban. No había cabida a las dudas e indecisiones.